Sensaciones, reflexiones e intuiciones compartidas en forma de textos e imágenes. Todos los derechos reservados. © Javier de Vitorio 2012-2021
jueves, 10 de septiembre de 2020
PAN Y TOROS: UNA LECTURA IMPRESCINDIBLE PARA ENTENDER EL PENSAMIENTO ANTITAURINO ESPAÑOL
jueves, 3 de septiembre de 2020
COMO NO CAER EN LA ADICCIÓN AL OPTIMISMO (MANDEMOS A MR. WONDERFUL A TOMAR POR DONDE AMARGAN LOS PEPINOS)
Los tiempos que vivimos son intrínsecamente duros. Nadie puede negarlo. La pandemia que nos golpea, y que ha venido para quedarse, va a condicionar nuestras vidas durante los próximos años. Todos los expertos, desde los sanitarios hasta los gurús de la economía, pasando por los investigadores más reconocidos nos señalan la cruda realidad.
Frente a este mensaje inclemente, surgen otros que nos
invitan a sonreír, a pensar que en apenas unos meses todo volverá a ser como
era antes de que conociéramos el significado de las siglas COVID, a ser
imprudentemente optimistas. Y es que el optimismo está peligrosamente sobrevalorado.
Es más, si de mi dependiera, estaría rigurosamente prohibido por sus efectos
nefastos para la humanidad.
En nuestra sociedad triunfan los optimistas, para que vamos
a negarlo. En los trabajos, en la cultura, en la política… Desde un tiempo a
esta parte, nos asola una ola de optimismo infantil e iluso que tacha de cenizo
a todo aquel que ose formular una crítica y le relega al ostracismo. Tú que me
lees, si pretendes triunfar en algo recuerda esta fórmula de éxito infalible:
todo lo que sucede a tu alrededor es maravilloso. No dejes de repetirlo. Da
igual si tu jefe no sabe distinguir su cara de su culo y todos vais de cabeza
por culpa de su incompetencia. Agradécele la oportunidad que os brinda de
crecer frente a las dificultades y aplaude su buena intención. Mira a los
políticos, ellos ingresan de jovencitos en las organizaciones juveniles de los
partidos y a bases de sonrisas y genuflexiones frente al jefe de turno hacen carrera sin haber pegado un sello en su puñetera vida.
Y es que el pesimista resulta muy antipático. Pero que injusticia
tan descomunal se comete con ellos… Los pesimistas son los que hacen que la
sociedad evolucione. Ellos nos salvan de innumerables peligros señalándonoslos
antes de que acontezcan. Gracias a su pesimismo, y a poco que el optimista al
mando tenga el gramo de sensatez necesario para escucharle, podemos anticiparnos
y evitar el daño. Porque reconozcámoslo: la humanidad avanza
gracias a los pesimistas y a su espíritu crítico. Ellos nos hacen evolucionar con su
constante deseo de mejora. ¡Ya es hora de que se lo agradezcamos! De no ser por algún antepasado pesimista, un homo sapiens gruñón torturado por el reuma que hace miles de años pronosticó un futuro muy negro para la especie de no abandonar el ambiento húmedo e insalubre de las cuevas donde se refugiaban, todavía viviríamos en agujeros y encenderíamos fuego con
pedernal.
Así que la próxima vez que veas una tacita con un mensaje
optimista y bobo, o caiga en tus manos un libro de autoayuda de esos que te
dicen cómo ser feliz en diez sencillos pasos, por favor, no caigas en la trampa. El optimismo
es tan empalagoso como el almíbar y tan adictivo como la heroína. Una vez
enganchado te arruinará la vida a ti y a todos lo que te rodean. No digas que
no estás avisado.
NOTA: La foto que acompaña este artículo es de Brian Haw, todo un héroe de la protesta. Se la hice en el año 2007 frente al parlamento británico. No dejes de visitar la página que le dedica Wikipedia para saber más sobre él.
https://es.wikipedia.org/wiki/Brian_Haw
jueves, 23 de julio de 2020
DESCOMPRESIÓN
domingo, 12 de julio de 2020
PERDER EL NORTE
Acababa de bloquear por primera vez a alguien en Facebook. Nunca antes lo había hecho, y ya llevaba en la red más de diez años. Quizá, si se hubiera tratado de un desconocido, no me habría afectado tanto. Pero no, no era un desconocido. Tuve que bloquear a un amigo de toda la vida, compañero de andanzas desde los tiempos del colegio.
Que viniera a mi muro a vomitar insultos gruesos, sin atender a razones y creyéndose con todo el derecho a hacerlo, fue la gota que desbordó el vaso.
Desde que nos alcanzó esta tormenta, allá por el mes de marzo, he asistido perplejo a una riada de bulos, descalificaciones e infamias que, lejos de ayudarnos a salir del atolladero, nos hundían cada vez más en la desunión y la miseria moral. En medio de la tempestad más terrible que nuestra sociedad ha conocido, cuando más falta hacía que todos sumáramos fuerzas para dirigir nuestro barco a puerto seguro, algunos han aprovechado para sembrar la inquina entre nosotros. Sus fines no han sido nada altruistas: la verdad no estaba entre sus motivaciones. La conquista del poder y los beneficios personales que ostentarlo lleva aparejado ha sido su único fin.
La cosecha de odio de estos malnacidos ha dado sus frutos. La irrazonable ferocidad de mi amigo es consecuencia de ella. ¿Cuántos habrá como él en todo el territorio de esta España nuestra?
Las perversas intenciones de algunos han estado a punto de hacernos perder el norte.
No, no lo han conseguido.
El amor ha vencido al odio. La solidaridad de muchas personas anónimas que se han volcado para ayudar a sus vecinos más vulnerables, o la de las decenas de restaurantes que han dedicado sus cocinas durante este tiempo a ofrecer menús para las familias sin recursos para subsistir, ha derrotado a aquellos que querían enfrentarnos. Son solo dos ejemplos, podría citar miles.
Esta mañana he escuchado en el programa No es un día cualquiera de RNE a uno de los responsables de la iniciativa #comidaparatodos (https://www.casadecomidascarmela.com/home/comida-para-todos/ ) y sus palabras me han hecho recobrar la fe en la humanidad. Nunca debemos olvidar que somos muchos más los que sumamos que aquellos que restan buscando el beneficio propio. Y que por muy fuertes que sean, y tengan a su disposición medios que no podemos ni imaginar, nosotros tenemos muchísimas más manos y corazones para hacer frente a toda su iniquidad.
Hoy más que nunca es necesario conjugar el verbo reflexionar, considerar, meditar... No dejarse arrastrar por las emociones que nos rodean e intentan inducirnos a actuar empujados por el dramatismo del momento. No responder a las provocaciones. No creer todo lo que nos digan.
Solo así podremos recuperar el rumbo perdido y alcanzar nuestro destino.
P.D.: La foto fue tomada en la Puerta del Sol de Madrid hace un par de días en torno a las doce de la mañana. El aspecto desolado de la plaza, tan querida para mí, sin embargo me hace fijarme en los que la ocupan, en que la vida sigue. Y es que, pese al COVID y la pandemia que nos asola, no deja de haber gente dispuesta a hacerse selfies frente al oso y el madroño...
jueves, 16 de abril de 2020
NAVIA: EL MAGO DE LA LUZ QUE SE ALIMENTA DE PALABRAS
Y he decidido empezar con una confesión: yo era uno de esos bichos raros que no veían la televisión (si no consideramos a las series de las plataformas de pago como televisión). O, quizá, hoy en día no ver la televisión ya no te convierte en un bicho raro, no lo sé. El caso es que en estos días de clausura he descubierto la aplicación RTVE A la Carta y dos de sus programas me han reconciliado con la tele.
Os cuento esto porque en uno de esos programas, Detrás del instante, ayer tuve la fortuna de reencontrarme con un ser humano excepcional: José Manuel Navia.
Para quien no lo conozcáis, Navia es uno de los más destacados fotógrafos españoles en activo, con un historial que muy pocos pueden igualar. Pero, sobre todo, Navia es el fotógrafo literario por excelencia.
Si os cuento que Navia ha dotado de imágenes textos de Miguel Delibes, Julio Llamazares, Caballero Bonald, Manuel Rivas y muchos otros escritores de primera línea creo que queda justificada mi afirmación anterior. Pues no.
Conocí a José Manuel Navia años atrás, en un curso de edición fotográfica que impartió en una pequeña escuela de un barrio obrero de Madrid. Aquel día tuve la inmensa suerte de compartir con él mesa y mantel, y os aseguro que hubiera pagado lo que me pidieran por estirar aquella sobremesa hasta que cerrara el bar de menús donde nos atendieron. Y es que las palabras de Navia son, ante todo, dos cosas: literatura y sabiduría. No en vano, según nos confesó entonces, durante mucho tiempo estuvo carteándose con uno de los mejores escritores en español del siglo XX: el paraguayo Augusto Roa Bastos.
Parece que ya sí he justificado suficientemente mi calificación de Navia como fotógrafo literario. Pues todavía hay más...
Y es que todo lo anterior no es más que la introducción a este artículo. Lo que en realidad he venido a contaros es otra cosa, lo que aprendí en las múltiples conferencias de Navia a las que asistí y en sus cursos: como la forma que tiene Navia de trabajar la fotografía es perfecta para un escritor.
José Manuel Navia se inspira para sus trabajos en lo cercano, antes que en lo exótico, sin que ello le reste ni un ápice a su esfuerzo de documentación. Antes de acudir a fotografiar un «escenario», Navia se empapado de toda la literatura que existe sobre ese lugar y sus gentes. Exactamente lo mismo que debería hacer un buen escritor.
Otro rasgo del «buen escritor» que quiero mostraros en el trabajo de Navia es su acercamiento a los personajes, elemento fundamental de su obra fotográfica. En muchas de sus fotografías, los personajes son descritos a la perfección por los objetos que utilizan sin necesidad de que veamos su retrato. Para aquellos de vosotros que no seáis escritores, esta es una técnica literaria usada por muchos autores de todos los tiempos. Pero, lo que a mí me enamora de Navia es la forma que tiene de acercarse a sus personajes. En mis obras, siempre que me ha sido posible, he tratado de imitar a Navia en su manera de entablar conversación con sus personajes hasta crear con ellos una intimidad que le permite hacerlos universales en sus fotografías, gracias al conocimiento profundo de sus vidas que ha adquirido. Decidme: ¿qué escritor no desea algo similar para sus personajes?
En el cuaderno de notas de Navia reposan las ideas a la espera de la creación. Esa pequeña libreta es la memoria donde la intuición es fecundada por la reflexión para dar como fruto sus obras escritas por medio de la cámara. Y en este proceso de creación, es la paciencia, el saber esperar el momento justo en el que todos los elementos de la imagen encajan, la virtud que le permite obtener imágenes inigualables donde unos instantes antes solo había abandono o vulgaridad. ¿No creéis que le ocurre algo muy parecido al escritor?
Todo lo planteado hasta ahora no es nada comparado con lo que falta... Quiero compartir con vosotros dos frases que Navia no dejaba de repetir en sus cursos y que le he vuelto a escuchar, después de tantos años, al encontrarlo en el programa de RTVE. Son dos frases que deberían estar grabadas a fuego en el manual de estilo de todo escritor (y si no eres escritor, pero sí lector, entenderás también lo que voy a decirte). La primera es «Menos es más». O como decían los clásicos: «Lo bueno si es breve...». Y la segunda frase es: «Lo que no suma, siempre resta».
Y creo que no hay mejor forma de terminar este artículo que poniendo en práctica estas dos sentencias.
¡Hasta la próxima semana!
NOTA: Si os habéis quedado con ganas de saber más sobre Navia, aquí os dejo el enlace a su blog.
viernes, 31 de enero de 2020
DÍA DE LA PAZ 2020
(Humilde homenaje a mi admirado Blas de Otero)
domingo, 9 de septiembre de 2018
PREGONERO
A veces, un escritor tiene que hacer lo que tiene que hacer aunque no quiera. El agradecimiento que sentía y siento hacia los vecinos que pensaron en mí para semejante tarea me obligaba a ello. ¡Era un honor! Y los honores no se discuten, se intenta merecerlos.
Os dejo mi pregón y con él algunos retazos de mi historia. No seas muy duros al juzgarle. Pensad que todos hemos debutado alguna vez pero pocos lo hemos hecho delante de tantas personas.
NOTA: Como todas las fotos en este blog, esta también es mía. La realicé unos minutos antes de subir al escenario para dar el pregón.