domingo, 9 de septiembre de 2018

PREGONERO

Pregonero a tus zapatos... Escritor a tus relatos... Algo así pensé cuando recibí la invitación para dar el pregón de las fiestas de Villaverde Bajo de este año. Y es que, no solo jamás he escrito un pregón, ¡es que en toda mi vida no he asistido a ninguno!
A veces, un escritor tiene que hacer lo que tiene que hacer aunque no quiera. El agradecimiento que sentía y siento hacia los vecinos que pensaron en mí para semejante tarea me obligaba a ello. ¡Era un honor! Y los honores no se discuten, se intenta merecerlos.
Os dejo mi pregón y con él algunos retazos de mi historia. No seas muy duros al juzgarle. Pensad que todos hemos debutado alguna vez pero pocos lo hemos hecho delante de tantas personas.


«Cuando me preguntaron si me gustaría dar el pregón de apertura de las fiestas de Villaverde Bajo me quedé sin saber muy bien qué decir. Casi de inmediato, me vinieron a la mente otras personas con más méritos que yo para esta tarea, pero, a la vez, no pude evitar sentirme orgulloso por ello.

¡Ay el orgullo! Puerta de entrada de la soberbia, la gloria vana que es el peor de los siete pecados capitales. Como dicen los clásicos, en la recompensa obtuve mi castigo. Llegado el momento de escribir este pregón el miedo atroz al folio en blanco se apoderó de mí hasta quitarme el sueño. Y es que en mi vida había asistido a un pregón y los pocos que había visto por You Tube desde que recibí el encargo eran tan magistrales que ni tan siquiera podía aspirar a imitarlos.

Hago aquí un inciso para explicaros que, si os cuento todo esto, es para pediros vuestra comprensión con este humilde pregonero que nunca antes se había visto en este trance.

Pues bien, como os iba contando, para salir del paso no me quedó otra que recurrir a la memoria, que suele ser la mejor aliada en estos casos…

Así, un domingo por la mañana de hace un par de semanas, desde las tierras de Huelva en donde ahora vivo, regresé a la explanada polvorienta de la estación de cercanías que tenemos aquí al lado y volví a encontrarla sin un coche. Porque, aunque muchos no lo podáis creer, hubo un tiempo en que en ese aparcamiento jugaban y correteaban decenas de niños que disfrutaban del espacio abierto y el agua fresca de la fuente de La Capona con la tranquilidad que da saber que ese espacio… es tuyo.

No hace tanto de eso, como pensaréis muchos por mis canas. Simplemente, eran otros tiempos. En aquella época la ciudad de Madrid era algo lejano y misterioso para los niños y las niñas del barrio. Un mar de escombreras nos separaba de la ciudad y hacía que Villaverde Bajo mantuviera ese aire de pueblo que nunca ha llegado a perder, pero que entonces, parecía más evidente con su lechero y su burro, sus futbolines y sus boletos, las vecinas al fresco de la acera en las noches de verano y la canción de Paquito el Chocolatero poniendo punto y final a las fiestas que por aquellos años eran de Santiago Apostol… Sí, como os decía, ese aire de pueblo aún hoy perdura; y si no que le pregunten al hermoso gallo que ha dado pie al cartel de las fiestas.

¿Sabéis? las fiestas de Villaverde Bajo eran fechas importantes para los chavales del barrio. Pienso en ellas y en mi memoria se mezcla la música de Los Chunguitos a todo volumen en los autos de choque con el olor intenso de la morcilla asándose y el sabor reconfortante del calimocho. Estoy seguro de que muchos de vosotros compartís conmigo estas sensaciones. Pero, por encima de todo, el recuerdo de las fiestas del barrio es para mí sinónimo de libertad, una libertad conquistada con esfuerzo, como las cosas que nunca se olvidan.

Quizá a muchos ahora os parezca extraño, pero entonces, cuando tenías trece, catorce años, los padres tan solo te dejaban salir de noche por una causa justificada. ¡Y las fiestas lo eran! El primer año de las fiestas, de TUS fiestas, tenías que rogarle a tus padres, demostrarles lo responsable que podías llegar a ser, recitar los nombres de todos tus amigos a los que ya les habían dado permiso (aunque no fuera verdad), y, tras la dura negociación, lograbas un premio mucho más grande que poder salir por la noche. El premio era la libertad. Los que no lo hayáis vivido, no podréis imaginar lo emocionante que era para un muchacho de mi edad salir por primera vez a deshoras, bañarte en la música y las luces de las atracciones, mezclarte con el bullicio de la muchedumbre, porque a los ojos de aquel niño lo eran las gentes que se congregaban para disfrutar de versiones míticas como la de Los Sultanes del Swing de los Dire Straits que interpretaban las orquestas entre una de Mecano y otra de Manolo Escobar.

Sí… Y es que este barrio siempre ha sido muy ecléctico. Dice la Wikipedia que allá por el año mil el rey Alfonso VI de León donó a caballeros de la Orden de Santiago unas tierras no lejos de aquí que dieron lugar a una población llamada Vado de Santiago el Verde en las cercanías de una casa de labranza árabe. Y que ya entonces se celebraba en el lugar la Fiesta de Santiago el Verde. Lo que no dice la Wikipedia, pero no cuesta mucho imaginar, es que las orquestas de la época entre una de arpa y otra de laúd ya tocaban el “¡Qué viva España!” o la de “Dale a tu cuerpo alegría Macarena”.
Si en el origen de Villaverde fueron gentes venidas de León, cristianos básicamente, los que se mezclaron con la población árabe que había permanecido en la que desde hacía siglos era su tierra; con el paso de los años la situación no cambió, y Villaverde siguió y sigue siendo un lugar donde se recibe con los brazos abiertos a la gente de bien que viene a ganarse la vida lo mejor que puede. Dicen que lo fue con la llegada del ferrocarril hace más de ciento cincuenta años. Y volvió a serlo en los años sesenta y setenta del siglo pasado para todos los emigrantes de pueblos de Andalucía, Extremadura, Castilla La Mancha, Castilla y León, Galicia…, que vinieron de sus pueblos buscando los medios para ganarse el pan con que alimentar a sus familias en la industrias cercanas nacidas al calor de la capital. Y aunque ya no vivo aquí, y cuando vengo apenas permanezco unos días, veo que Villaverde sigue recibiendo con los brazos abiertos a las gentes de Rumanía, Marruecos, Ecuador, Republica Dominicana, Ucrania, Colombia, Perú o China; por nombrar solo algunos países.

Y aquí, ahora que nadie nos oye, os diré que estoy orgulloso de mi barrio. Tan orgulloso me siento de él que quise que mi primera novela llevara el nombre de mi barrio en su título y he vuelto a incluir sus calles como escenario de la segunda, que espero vea la luz en el 2019. Y si estoy orgulloso de Villaverde, no es porque sea un barrio que disfrute de todas las comodidades que una capital como Madrid hoy en día puede ofrecer a sus vecinos. No, ¿verdad que no?, seguro que vosotros sabéis mejor que yo de qué estoy hablando. Estoy orgulloso de este barrio porque, después de mi familia, en él aprendí los valores que creo que me definen como persona: ESFUERZO, HONRADEZ, SOLIDARIDAD. Valores que ahora parece que no están de moda y que siguen vivos aquí, estoy seguro, gracias a vosotros. Porque este barrio es un lugar en el que cuando alguien tropieza con una de esas baldosas levantadas que llevan un siglo esperando a que vengan a arreglarlas, esa persona que se ha caído al suelo siempre encuentra una mano amiga dispuesta a ayudarla a levantarse y eso es algo, vosotros lo sabéis como yo, que no sucede en todas partes.

Así que os animo a que presumáis de barrio. A qué digáis con orgullo, SÍ, SOY DE VILLAVERDE, sin importaros si habéis nacido aquí o en la otra punta del planeta. Pero, sobre todo, os animo a que trabajéis para hacer de este barrio el barrio que todos queremos y que sin nuestro esfuerzo, no podrá ser.
Por último, quiero invitaros a disfrutar de estas fiestas que existen por y para vosotros. Os invito a que lo hagáis con moderación, manteniendo limpias las calles como si fuera nuestra propia casa, que lo es, y respetando a todo el mundo, también a los que no pueden sumarse al jolgorio por tener que madrugar al día siguiente y durante estos tres días ven reducidas sus horas de descanso.

Os invito a que disfrutéis de las fiestas en paz, y a que aprovechéis cada ocasión que se os presente, incluso algunas que puedan parecer desagradables, para hacer nuevos amigos.

Y ya para terminar, os invito también a que disfrutéis de estas fiestas con la misma alegría en el corazón con que yo lo hacía cuando tenía trece años.

VECINOS, VECINAS, AMIGOS TODOS. ¡VIVA VILLAVERDE!

¡Hasta siempre!»


NOTA: Como todas las fotos en este blog, esta también es mía. La realicé unos minutos antes de subir al escenario para dar el pregón.

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