jueves, 3 de septiembre de 2020

COMO NO CAER EN LA ADICCIÓN AL OPTIMISMO (MANDEMOS A MR. WONDERFUL A TOMAR POR DONDE AMARGAN LOS PEPINOS)

Los tiempos que vivimos son intrínsecamente duros. Nadie puede negarlo. La pandemia que nos golpea, y que ha venido para quedarse, va a condicionar nuestras vidas durante los próximos años. Todos los expertos, desde los sanitarios hasta los gurús de la economía, pasando por los investigadores más reconocidos nos señalan la cruda realidad.

Frente a este mensaje inclemente, surgen otros que nos invitan a sonreír, a pensar que en apenas unos meses todo volverá a ser como era antes de que conociéramos el significado de las siglas COVID, a ser imprudentemente optimistas. Y es que el optimismo está peligrosamente sobrevalorado. Es más, si de mi dependiera, estaría rigurosamente prohibido por sus efectos nefastos para la humanidad.

En nuestra sociedad triunfan los optimistas, para que vamos a negarlo. En los trabajos, en la cultura, en la política… Desde un tiempo a esta parte, nos asola una ola de optimismo infantil e iluso que tacha de cenizo a todo aquel que ose formular una crítica y le relega al ostracismo. Tú que me lees, si pretendes triunfar en algo recuerda esta fórmula de éxito infalible: todo lo que sucede a tu alrededor es maravilloso. No dejes de repetirlo. Da igual si tu jefe no sabe distinguir su cara de su culo y todos vais de cabeza por culpa de su incompetencia. Agradécele la oportunidad que os brinda de crecer frente a las dificultades y aplaude su buena intención. Mira a los políticos, ellos ingresan de jovencitos en las organizaciones juveniles de los partidos y a bases de sonrisas y genuflexiones frente al jefe de turno hacen carrera sin haber pegado un sello en su puñetera vida.

Y es que el pesimista resulta muy antipático. Pero que injusticia tan descomunal se comete con ellos… Los pesimistas son los que hacen que la sociedad evolucione. Ellos nos salvan de innumerables peligros señalándonoslos antes de que acontezcan. Gracias a su pesimismo, y a poco que el optimista al mando tenga el gramo de sensatez necesario para escucharle, podemos anticiparnos y evitar el daño. Porque reconozcámoslo: la humanidad avanza gracias a los pesimistas y a su espíritu crítico. Ellos nos hacen evolucionar con su constante deseo de mejora. ¡Ya es hora de que se lo agradezcamos! De no ser por algún antepasado pesimista, un homo sapiens gruñón torturado por el reuma que hace miles de años pronosticó un futuro muy negro para la especie de no abandonar el ambiento húmedo e insalubre de las cuevas donde se refugiaban, todavía viviríamos en agujeros y encenderíamos fuego con pedernal.

Así que la próxima vez que veas una tacita con un mensaje optimista y bobo, o caiga en tus manos un libro de autoayuda de esos que te dicen cómo ser feliz en diez sencillos pasos, por favor, no caigas en la trampa. El optimismo es tan empalagoso como el almíbar y tan adictivo como la heroína. Una vez enganchado te arruinará la vida a ti y a todos lo que te rodean. No digas que no estás avisado.

NOTA: La foto que acompaña este artículo es de Brian Haw, todo un héroe de la protesta. Se la hice en el año 2007 frente al parlamento británico. No dejes de visitar la página que le dedica Wikipedia para saber más sobre él.

https://es.wikipedia.org/wiki/Brian_Haw



No hay comentarios:

Publicar un comentario