jueves, 1 de octubre de 2020

TODOS LOS POLÍTICOS SON IGUALES



Todos los políticos son iguales. Llevo meses escuchando esta afirmación en foros de internet y redes sociales en los que se iguala a unos y a otros en ineptitud y desidia en la defensa de los intereses generales. Incluso uno de mis escritores actuales más respetados, Antonio Muñoz Molina, se permite repartir estopa sin reparos a diestra y siniestra del espectro político en su artículo del pasado domingo en el semanal de El País, cuyo enlace comparto con vosotros al final de esta entrada. 

Aunque coincido en lo esencial con la tesis de Muñoz Molina, sin embargo, creo que no entra en la raíz del problema: tenemos los políticos que merecemos. A los que hemos votado o a los que hemos dejado gobernar en nuestro ayuntamiento, en nuestra comunidad o en el gobierno de la nación no yendo a votar a otras opciones políticas entre las muchas que se presentaban porque todos los políticos son iguales

Los ciudadanos españoles tenemos los políticos que merecemos cuando dejamos que la política sea cosa de otros y no nuestra. Cuando preferimos la comodidad de nuestro sofá frente a la participación activa en los asuntos que nos atañen, estamos dejando nuestras vidas en manos de incompetentes arribistas fruto del sistema de valores que predominan en nuestra sociedad. Tampoco podemos olvidar que un sistema de valores en el que se admira el triunfo fácil y rápido y se ridiculiza el fruto del esfuerzo continuado, se promueve el nepotismo frente al mérito y se engrandece la popularidad al tiempo que se ignora el prestigio es terreno abonado para una clase política más preocupada por su bienestar que por el de los gobernados. Que tire la primera piedra aquel que nunca haya celebrado alguno de estos anti-valores.  

Debe ser herencia del franquismo, cuando la política era un asunto de jerarcas y significarse políticamente fuera del ideario del régimen era una actividad de riesgo, esta costumbre española de pensar que la política es eso que hacen otros y nunca lo hacen bien. Sobre todo si esos otros no son de los nuestros. Porque para algunos, las ideas políticas son una afinidad, una afiliación emocional que se lleva desde el nacimiento hasta la muerte y de la que no se mueven sino es para caer en el desaliento de todos los políticos son iguales

No, amigo que me lees, de nada sirve decir que todos los políticos son iguales como si eso bastará para desvincularte de tus responsabilidades. En una democracia los ciudadanos están obligados a ejercer el control de sus políticos. Y es profundamente irresponsable votar con la mentalidad del hooligan o quedarse en casa dejando que sean otros los que decidan por uno mismo. Si tú nos les vigilas, si tú no castigas con tu voto, e incluso tu voz en la calle, sus incumplimientos, ¿cómo esperas que ellos vayan a cumplir la función para la que los elegiste?

Y sobre todo, si no cumplen, ¿por qué no pruebas con otros? O mejor aún, ¿por qué no lo intentas tú? Yo os aseguro que lo intenté. Pero ese asunto daría para otro artículo. 

Lo que quiero deciros es que, a pesar de la decepción vivida, sigo creyendo que nosotros, los hombres y mujeres que pagamos impuestos y nos esforzamos cada día por seguir a flote en medio del maremoto que nos asola, tenemos el poder de renovar nuestra clase política. En momentos de crisis como este es cuando más se necesita a la sociedad civil en la primera línea de combate contra los vicios de la mala política. La dimisión de Emilio Bouza, el prestigioso catedrático de medicina elegido de manera consensuada por el gobierno de la nación y el de comunidad de Madrid es un triste ejemplo de lo que puede ocurrirte cuando das un paso al frente. Los políticos no suelen tratar bien a los civiles que se inmiscuyen en su terreno y pretenden conservar la independencia, pero no hay alternativa. Hacen falta miles de personas honradas y cabales dispuestas a trabajar por el bien de todos. Personas dispuestas a anteponer el progreso de la mayoría frente a los privilegios de unos pocos.

¿Eres tú uno de ellos?

NOTA: Este es el enlace al artículo de Antonio Muñoz Molina en el País

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